Puedes empezar a acercarte a la literatura del siglo XV, con el bellísimo Romance del prisionero.
Imagen de fondo: Prisoner, de Nikolái Yaroshenko
El Romance del prisionero sirvió de inspiración a este otro bellísimo poema de Manuel Altolaguirre (1905-1959), poeta de la Generación del 27.
Imagen de fondo: Un hombre en la cárcel, tomada de confilegal.com
Aquí tienes otra muestra del Romancero viejo, el Romance de Fontefrida.
Imagen de fondo: montaje de Tórtola turca, óleo de López-Rojas, e imagen encontrada en Google
Y para terminar con el Romancero viejo, el Romance del Conde Arnaldos.
Imagen de fondo tomada de cuadernodeloles.wordpress.com
Aquí tienes algunas «perlas» de la lírica tradicional castellana.
Imagen de fondo: Spring, de Henryk Weyssenhoff (1911)
Imagen de fondo tomada de quo.es
Imagen de fondo: Bosque de otoño, tomada de Google
Si sientes curiosidad por conocer cómo era el arte real, aquí tienes una pequeña muestra.
Imagen de fondo: Arcos, de Cristina López
Las Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, son una de las elegías más emotivas de nuestra literatura. No puedes dejar de leerlas. Solo son cuarenta. Pincha en el retrato del autor para acceder a ellas.
Imagen: tulecturadiaria.wordpress.com
¿Te da pereza leerlas? Si lo tuyo es la cultura audiovisual, prueba con este vídeo.
No te pierdas, por lo menos, las tres primeras recitadas espléndidamente por el actor Carlos Hipólito.
Por último, otra forma de conocer las Coplas es esta versión musicada de Paco Ibáñez de una selección de ellas.
En este vídeo, puedes encontrar un breve resumen de La Celestina, de Fernando de Rojas, una de las obras maestras de nuestra literatura.
Como pequeña muestra de La Celestina, aquí tienes un fragmento del planto final de Pleberio por la muerte de su hija Melibea:
Pleberio.–
¡Ay, ay, noble mujer! Nuestro gozo en el pozo, nuestro bien todo es perdido.
¡No queramos más vivir! Y por que el incogitado dolor te dé más pena, todo
junto sin pensarle, por que más presto vayas al sepulcro, por que no llore yo
solo la pérdida dolorida de entrambos, ves allí a la que tú pariste y yo
engendré hecha pedazos. […] ¡Oh mi hija y mi bien todo! Crueldad sería que viva
yo sobre ti. Más dignos eran mis sesenta años de la sepultura que tus veinte. […]
¡Oh mis canas, salidas para haber pesar, mejor gozara de vosotras la tierra que
de aquellos rubios cabellos, que presentes veo! Fuertes días me sobran para
vivir, quejarme he de la muerte, incusarle he su dilación cuanto tiempo me
dejare solo después de ti. Fálteme la vida, pues me faltó tu agradable
compañía. […]
¿Para quién edifiqué torres? ¿Para quién
adquirí honras? ¿Para quién planté árboles? ¿Para quién fabriqué navíos? ¡Oh
tierra dura!, ¿cómo me sostienes? ¿A dónde hallará abrigo mi desconsolada
vejez? Oh fortuna variable, […] ¿por qué no destruiste mi patrimonio? ¿Por qué
no quemaste mi morada? ¿Por qué no asolaste mis grandes heredamientos? [...]
¡Oh amor, amor!, que no pensé que tenías fuerza
ni poder de matar a tus sujetos. Herida fue de ti mi juventud, por medio de tus
brasas pasé, ¿cómo me soltaste para me dar la paga de la huida en mi vejez?
Bien pensé que de tus lazos me había librado cuando los cuarenta años toqué,
cuando fui contento con mi conyugal compañera, cuando me vi con el fruto que me
cortaste el día de hoy. No pensé que tomabas en los hijos la venganza de los
padres. […] ¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te conviene?
Si amor fueses, amarías a tus sirvientes. Si los amases, no les darías pena. Si
alegres viviesen, no se matarían como ahora mi amada hija. ¿En qué pararon tus
sirvientes y sus ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los
más fieles compañeros que ella, para tu servicio emponzoñado, jamás halló.
Ellos murieron degollados. Calisto, despeñado. Mi triste hija quiso tomar la
misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te dieron; amargos
hechos haces.
En este enlace, puedes encontrar la versión de esta obra que hizo la mejicana Compañía Nacional de Teatro.
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