El novela española de 1939 a 1974


  1. NOVELA EXISTENCIAL  

Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.
Nací hace ya muchos años ‒lo menos cincuenta y cinco‒ en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días ‒de una lisura y una largura como usted para su bien, no puede ni figurarse‒ de un condenado a muerte.
Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte

  2. REALISMO SOCIAL  

‒Es tontería; si no lo vais a convencer...
‒¡Eres tú muy bonito! No tienes ni vergüenza. ¿Pero por qué regla de tres vas a ser tú distinto de los demás? ¿Quién te has creído aquí que eres?
Venga, Fernando; déjalo ya le decía Miguel; más vale que lo dejes. ¿Qué vas a hacer? Tampoco vamos a subirlo a rastras. Subo yo mismo en su lugar y asunto terminado. Vamos tú y yo. Y su tartera la dejamos arriba, ya que pone el pretexto de que no tiene hambre; ya está.
¡Pero es que no hay derecho, Miguel! ¡Le ha tocado una cruz!, ¿por qué no sube? ¿Cómo lo vamos a dejar que se salga con la suya y nada más que porque sí? ¡Va a ser aquí el niño bonito!
¿Y yo qué quieres que le haga? No lo vas a llevar a la fuerza.
Pues si Daniel no sube, yo tampoco. Ya está. Que suba Rita.
¡Cómo sois; hay que fastidiarse! dijo Paulina. ¡La hora que es ya!
Yo, allá penas. Yo me he librado en el sorteo. Que se respete.
Pues yo que Fernando, tampoco iba dijo Mely. Tonto sería si fuese.
¡El egoísmo de Daniel!
Carece de compañerismo le reforzaba Alicia. Y haces el primo, tú, si vas.
Y tú te callas.
¿Por qué voy a callarme? Tras que saco la cara por ti. Y además no me hablas tú de esa manera.
Bueno cortó Miguel. Yo me voy para arriba. Si hay algún voluntario, que se venga. Si no, me subo solo.
Tito se levantó.
Yo voy contigo, aguarda.
Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama

  3. NOVELA EXPERIMENTAL  

  I  
¡Allí estaban las chabolas! Sobre un pequeño montículo en que concluía la carretera derruida, Amador se había alzado como muchos siglos antes Moisés sobre un monte más alto y señalaba con ademán solemne y con el estallido de la sonrisa de sus belfos gloriosos el vallizuelo escondido entre dos montañas altivas, una de escombrera y cascote, de ya vieja y expoliada basura ciudadana la otra (de la que la busca de los indígenas colindantes había extraído toda sustancia aprovechable, valiosa, o nutritiva), en el que florecían, pegados los unos a los otros, los soberbios alcázares de la miseria. La limitada llanura aparecía completamente ocupada por aquellas oníricas construcciones confeccionadas con maderas de embalaje de naranjas y latas de leche condensada, con láminas metálicas provenientes de envases de petróleo o de alquitrán, con onduladas uralitas recortadas irregularmente, con alguna que otra teja dispareja, con palos torcidos llegados de bosques muy lejanos, con trozos de manta que utilizó en su día el ejército de ocupación, con ciertas piedras graníticas redondeadas en refuerzo de cimientos que un glaciar cuaternario aportó a las morrenas gastadas de la estepa, con ladrillos de «gafa» uno a uno robados en la obra y traídos en el bolsillo de la gabardina, con adobes en que la frágil paja hace al barro lo que las barras de hierro al cemento hidráulico, con trozos redondeados de vasijas rotas en litúrgicas tabernas arruinadas, con redondeles de mimbre que antes fueron sombreros, con cabeceras de cama estilo imperio de las que se han desprendido ya en el Rastro los latones, con fragmentos de la barrera de una plaza de toros pintados todavía de color de herrumbre o sangre, con latas amarillas escritas en negro del queso de la ayuda americana, con piel humana y con sudor y lágrimas humanas congeladas.
Que de las ventanas de esas inverosímiles mansiones pendieran colgaduras, que de los techos oscilantes al soplo de los vientos colgaran lámparas de cristal de Bohemia, que en los patizuelos cuerdas pesadamente combadas mostraran las ricas ropas de una abundante colada, que tras la puerta de manta militar se agazaparan (nítidos, ebúrneos) los refrigeradores y que gruesas alfombras de nudo apagaran el sonido de los pasos eran fenómenos que no podían sorprender a Pedro, ya que este no era ignorante de los contrastes de la naturaleza humana y del modo loco como gentes que debieran poner más cuidado en la administración de sus precarios medios económicos dilapidaban tontamente sus posibilidades. Era muy lógico, pues, encontrar en los cuartos de baño piaras de cerdos chilladores alimentados con manjares de tercera mano, presuntuosamente cubierta con cofia de doncella de buena casa a la hija de familia que allí permaneciera por ser inútil incluso para prostituta, cubierta con una bata roja de raso y calzada con babuchas orientales de alto precio a la gruesa dueña que luce en sus manos regordetas y blancas una alianza matrimonial que carece de todo significado, en vez de ocupar sus horas en útiles labores de aguja algunas de las vecinas de aquel barrio sentadas sobre latas vacíasjugando viciosamente a la brisca con la misma buena conciencia con que honrados trabajadores puedan hacerlo un domingo por la tarde en la taberna, álbumes con colecciones de cromos neslé en las manos castigadas por la escrófula de rapaces a su edad ya malolientes, insensibles a toda conveniencia moral matrimonios en edad de activa vida sexual compartiendo el mismo ancho camastro con hijos ya crecidos a los que nada puede quedar oculto, abundancia de imágenes de santos escuchando sin alteración de la tornasolada sonrisa la letanía grandilocuente y magnífica de las blasfemias varoniles, una sopera firmada de Limoges henchida como orinal bajo una cama.
¡Pero, qué hermoso a despecho de estos contrastes fácilmente corregibles el conjunto de este polígono habitable! ¡De qué maravilloso modo allí quedaba patente la capacidad para la improvisación y la original fuerza constructiva del hombre ibero! ¡Cómo los valores espirituales que otros pueblos nos envidian eran palpablemente demostrados en la manera como de la nada y del detritus toda una armoniosa ciudad había surgido a impulsos de su soplo vivificador!
Luis Martín Santos, Tiempo de silencio

  II  
Estar tranquilo. Sentirse tranquilo. Llegar a encontrar refugio en la soledad, en la protección de las paredes. En la misma inmovilidad. No se está mal. No se está tan mal. Para qué pensar. No hay más que estar quieto. No pensar en nada. Llegar a hacer como si fuera un deseo propio estar quieto. [...] Aquí mientras estoy quieto, no me pasa nada. No puedo hacer nada por mí mismo. Tranquilidad. No puedo hacer nada; luego no puedo equivocarme. No puedo tomar ninguna resolución errónea. No puedo hacer nada mal. No puedo equivocarme. No puedo perjudicarme. Estar tranquilo en el fondo. No puede ya pasar nada. Lo que va a pasar yo no lo puedo provocar. Aquí estoy hasta que me echen y yo no puedo hacer nada por salir.
¿Por qué fui?
No pensar. No hay por qué pensar en lo que está hecho. Es inútil intentar recorrer otra vez los errores que uno ha cometido. Todos los hombres cometen errores. Todos los hombres se equivocan. Todos los hombres buscan su perdición por un camino complicado o sencillo.
Luis Martín Santos, Tiempo de silencio

  III  
Comienzo de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes

  IV  
Que es precisamente lo que siempre he sostenido, cariño, que tus ideas sobre la caridad son como para recogerlas en un libro, y no te enfades, que todavía me acuerdo de tu conferencia, ¡vaya un trago!, hijo mío, que te pones a mirar, y no hay quién te entienda, que te metías conmigo cada vez que iba a los suburbios a repartir naranjas y chocolate como si a los críos de los suburbios les sobrasen, válgame Dios, y no digamos la tarde que se me ocurrió ir con Valen al Ropero. ¿Puede saberse qué es lo que te pasa? Siempre hubo pobres y ricos, Mario, y obligación de los que, a Dios gracias, tenemos suficiente, es socorrer a los que no lo tienen, pero tú en seguida a enmendar la plana, que encuentras defectos hasta en el Evangelio, hijo, que a saber si tus teorías son tuyas o del Perret ese de mis pecados, o de don Nicolás, o de cualquiera otro de la cuadrilla que son todos a cual más retorcido, no me vengas ahora.
Miguel Delibes, Cinco horas con Mario

  V  
género homínido este, que ronda y huronea cerca de ti: con bigotillo alfonsino, gabardina, gafas: quijada borbónica, manos regordetas: con toda la pinta de pertenecer a esa brava tribu de corresponsales noticiosos que, en lugar de escribir lo que ven, repiten dócilmente lo que oyen: de aspecto vagamente familiar, remotas experiencias de cruzado, insondables convicciones dinásticas: personaje de novela de don Torcuato Luna de Tena: indeciso aún, pero deseando salir de dudas: buscando activamente tu mirada y, al no conseguir dar con ella, instalándose en la mesa contigua con la castiza jeta amenazadoramente vuelta hacia ti: tu vecino ha olvidado el diario y fingirás abstraerte en la lectura: 21,30: semifinales del concurso interescolar: 22,25: españoles ilustres de ayer y de hoy: Lucio Anneo Séneca: 23,15: reportaje especial sobre la ratificación de la Ley Orgánica de: volviéndole ostensiblemente la espalda cuando él ordena: lo mismo que el señor: con bizarra, contreresca voz, vestigio de naufragados sueños imperiales: TORRIJAS: 250 g. de bizcochos, 200 g. de azúcar en polvo, 6 yemas de huevo, una cucharada pequeña de leche en polvo, una rodaja de naranja, 1/2 litro de leche, un puñado de avellanas: sintiendo el cosquilleo de su mirada en las orejas, el cogote, la espalda, pero pasando la página con sonora determinación: les gusta respirar a pulmón lleno el aire puro, saludable de los bosques? les gusta detenerse a la orilla del silencioso arroyuelo que corre hacia las vastas llanuras y escuchar el zumbido de las abejas? les gusta echarse sobre el blanco césped y sonreírse del rayo acariciante del sol? les gusta soñar debajo de los arbustos y oír el trino del ruiseñor y el canto de la alondra? les gusta contemplar detenidamente el fondo cristalino de los lagos montañeses? les gusta mecer su espíritu con el ritmo gracioso del riachuelo parlanchín? les gusta escalar los altos picachos y allí, en la cima de las rocas que se yerguen entre nubes, explayar en una canción alegre la felicidad de su alma: GUADARRAMA: INVERSIÓN SEGURA: GRANDES FACILIDADES DE PAGO: inútil, inútil: el homo hispanicus no se da por vencido y carraspea y mira y mira y carraspea y orienta hacia ti la silla con la facilitada impunidad de tu fingida distracción: preparando mentalmente su discurso: disponiéndose a hablar: hablando ya
perdone
chimenea de hogar bajo en salón, cocina totalmente instalada con muebles de formica y muebles de unión con salón-comedor, carpintería de madera en cercos de puertas y ventanas, pavimento de parquet de eucalipto, calefacción por calor negro, cuarto de baño con ducha, inodoro Roca, bidé con surtidor central
perdone
BARATO: UN VERDADERO SUEÑO
creo que nos conocemos
ROLEX OYSTER DAY-DATE: 116,5 gramos con pulsera de 18 quilates: automático, antimagnético y blindado lo vi una vez en París andaba usted acompañando a su señora supongo
no
una mujer morena en el barrio latino o en Saint-Germain
se confunde usted
buceando en su memoria, cerca, muy cerca de la diana: con sonrisa de galán de cine español de los años cuarenta: estólido y tenaz
preparaba usted un documental
le repito que se confunde
no es usted reportero?
perdóneme
te incorporas, pasas junto a él, le obligas a descruzar las piernas, pagas la consumición al camarero, atraviesas la sala: reportero sí: y sin arte alguno: durante años y años: de compatriotas condenados a vender su fuerza de trabajo como mísera, despreciada mercancía: cargando sobre los hombros el peso de la brutal acumulación: artífices subterráneos del suburbial desarrollo: o de burgueses con antonionescas neurosis de nuevo libre y nuevo rico y, en el fondo de sí mismos, orondos, contentos, impermeables: todas las moscas de Tánger no bastarían a emborronarlos y a ti con ellos, su cronista, su relator, su fotógrafo: ofuscado aún mientras empujas la puertecilla y penetras en el corredor tenebroso, clareado apenas por un sobrio, desganado tragaluz: a unos metros de la negrísima gruta destinada a aliviar comunes, elementales necesidades: de oro, no: pre-revolucionaria: prácticamente invisible, aunque anunciada por la dudosa humedad que escurre a lo largo del pasillo y desconcha las sucias paredes ornadas de inscripciones:
Juan Goytisolo, Reivindicación del Conde don Julián

  VI  
José María Guelbenzu, El mercurio

  VII  
José María Guelbenzu, El mercurio


En este vídeo, puedes encontrar el comienzo de la versión teatral de Cinco horas con Mario. En él, Carmen Sotillo (interpretada por Lola Herrera) explica cómo ha encontrado muerto a Mario, su marido, que ha fallecido de un infarto repentino.

Teaser de Cinco horas con Mario, interpretada por Lola Herrera para Pentación Espectáculos

En este otro, se muestra la mentalidad conservadora de Carmen (encarnada aquí por Natalia Millán) y los celos que ha sentido siempre de su cuñada Encarna, que hacen que se sucedan los reproches hacia su marido a lo largo de todo el monólogo:


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